“El Gobierno debe intervenir el mercado y topar los precios por Decreto. Es intolerable que los despiadados capitalistas, los dueños de los supermercados, a costa de los españoles, ganen tantísimo dinero. Los precios deben toparse al nivel que estaban antes de la guerra de Ucrania”.
Hola, lector. Hola lectora. ¿Quién podría no estar de acuerdo con ese loable propósito de la ministra Belarra, la actual jefa de Podemos? ¿Qué malnacido podría desear lo contrario? ¿A quién no le gustaría que ¡mañana mismo! un kilo de aguacates (que ahora cuesta cuatro euros) pasase a costar dos euros? ¿Puede haber algún masoquista que prefiera pagar un euro por una barra de pan, en lugar de medio euro? Y sobre todo… ¿cómo es posible que a nadie, antes que a Ione Belarra, se le haya ocurrido la feliz idea de bajar los precios en las tiendas a través de un Decreto del Gobierno?
Bien, lector. En principio… da la impresión de que la propuesta podemita es infalible: parece que Ione Belarra, alias La Alegría de la Huerta, tiene un corazón de oro. Aunque, todo hay que decirlo, hay algo que me ha hecho dudar sobre la bondad de esa medida intervencionista: quien propone topar los precios por Decreto es Podemos, el autor intelectual de la Ley Sueltavioladores, de ese prodigio jurídico que ya es referente en el mundo. Por no hablar de lo de entrar en los urinarios de señoras con pene, barba y bigote. O por no hablar de la pena de cárcel por matar una rata a escobazos. No sé. No sé. Podemos está por medio. Algo debe de fallar. ¿Dónde estará la trampa?
Así pues, más mosqueado que un perro en un barrio chino, me puse a indagar en las supuestas bondades de la intervención estatal de los precios, y releí "Los enemigos del comercio", el monumental ensayo de don Antonio Escohotado. Y lo que encontré, amigo lector, me puso la piel de gallina, pues justo por esa política intervencionista sucedió una debacle en todas las naciones que han sido (o son) gobernadas por marxistas.
A continuación, basándome en la historia actual de la Venezuela chavista y en la historia pasada de otros países, explicaré en doce pasos muy simples cómo se gesta un desastre tras abandonar la economía de mercado. No te asustes, lector: la Economía es algo árida… pero con un poquito de humor lo entenderemos sin problema. Ponte cómodo y disfruta.
Paso 1: La ministra Belarra ordena a los tenderos que no vendan la barra de pan a su precio actual de un euro, sino al mucho más amable de medio euro. Un 50% menos.
Paso 2: Entonces, los tenderos llaman a los panaderos para decirles que, a partir de mañana, les comprarán el pan a la mitad de su precio de hoy.
Paso 3: Entonces, los panaderos llaman a los molineros para decirles que, a partir de mañana, les comprarán la harina a la mitad de su precio de hoy.
Paso 4: Entonces, los molineros llaman a los campesinos para decirles que, a partir de mañana, les comprarán el trigo a la mitad de su precio de hoy.
Paso 5: Entonces, los campesinos hacen cábalas de lo que les cuesta a ellos producir el trigo (agua, gasolina, abonos, tractores, plaguicidas, etcétera) y llegan a la curiosa conclusión de que van a trabajar de balde para la ministra Belarra, que cuando bebe la agarra. Y como los campesinos, aunque rústicos, no son imbéciles… plantan el trigo justito para amasar ellos su propio pan, y acaparan el excedente en sus graneros hasta que suban los precios… ¡y que le vayan dando por culo a los urbanitas de la capital!
Paso 6: No hay pan. Aunque la gente tiene euros para gastar, no se encuentra pan por ninguna parte (asumo que, a estas alturas, el lector ya habrá entendido que lo dicho para el pan vale para el aceite, la leche, la carne, las verduras, los zapatos y las aspirinas).
Paso 7: La escasez de productos origina grandes aglomeraciones en las tiendas. Entonces, para que la gente no se acuchille en las colas, Ione Belarra recurre a lo único que se ha inventado en ocasiones similares: las cartillas de racionamiento. Todo el mundo comerá, pero poquito y con orden.
Paso 8: Como la gente de la ciudad aún tiene euros, y como los campesinos han acaparado el poco grano que queda, los urbanitas más “listos” se compinchan con los agricultores más “espabilaos” para traer trigo a las ciudades, aunque sea a precio de oro. En resumidas cuentas: surge el mercado negro de toda la vida, para el que pueda pagarlo. El estraperlo.
Paso 9: Poco después, al no haber compraventa en el mercado libre (recuerda: solo funcionan los estraperlistas y las cartillas de racionamiento), han quebrado las farmacias, las fruterías, las pescaderías, las carnicerías, las panaderías y cualquier comercio privado. Las grandes empresas (cadenas alimentarias, constructoras, eléctricas, etcétera) se marchan al extranjero. Las pequeñas empresas y los autónomos se marchan a la mierda. La destrucción de empleo es terriblemente masiva y, a consecuencia del paro, la gente se empobrece a marchas forzadas y los billetes dejan de circular.
Paso 10: Ante la falta de dinero circulante, el Gobierno activa la maquinaria de fabricar billetes e inunda el país con una moneda que no vale absolutamente nada (pues nadie produce). Es el inicio del desastre final: es la hiperinflación de la actual Venezuela chavista o de la Alemania de 1919-1930, durante la República de Weimar.
Paso 11: Desesperado, el Gobierno toma medidas extremas para evitar la hambruna: fusila a los campesinos que acaparan trigo, les requisa el cereal y les expropia las tierras. Exactamente lo que hicieron Lenin y Stalin entre 1917-1938. O, más recientemente, lo que hizo Chávez en Venezuela: ¿recuerda el lector los alocados gritos de Chávez ordenando “¡Exprópiese!”? Pues era eso exactamente: quitaba la propiedad de su negocio a quien desobedecia la orden del Gobierno de vender a pérdidas.
Paso 12: La ruina absoluta. La bancarrota. La represión. Como si hubiese pasado un huracán por el país. Aportaré un solo dato, por ser fácilmente comprobable: la tasa de pobreza extrema en Venezuela en 1998 (el año de la llegada de Chávez al Gobierno) era del 9% (una barbaridad, por supuesto). En el año 2021, tras 23 años de chavismo, era ¡del 68%!: la más elevada de América y, además, con la tasa de delincuencia más alta del mundo. Entonces, en ese momento exacto de la bancarrota, sólo los muy pudientes (las Belarras, las Yolandas, las Montero, los Stalin, los Maduro, los Castro, los Garzón, los jefazos del Partido y los funcionarios afines) pueden comer tres veces al día. Para el resto, lo mejor es emigrar a otro país o sobrevivir con las migajas del Estado.
Ése es el modelo que propone Podemos, los socios de Pedro Sánchez, los que asesoraron al chavismo en Venezuela. Los que aún entonan loas a Nicolás Maduro y a los hermanos Castro. Los gestores de la miseria generalizada. Los expertos en igualar por abajo. Los defensores de la inactividad social y de la economía subsidiada. Los que, como el ministro Garzón, visten camisetas con el logo de la desaparecida Alemania Oriental: el régimen asesino y liberticida que tanto añoran.
Y ya está, lector. Mantén cerca de ti este artículo por si alguna vez sientes la morbosa tentación de pensar que lo mejor para España es que los “despiadados empresarios” quiebren, y que a Amancio Ortega le vaya fatal. Recuerda que el Estado no lo puede todo. La Historia lo demuestra. En Venezuela afirmaban que lo que les ha sucedido era imposible de ocurrir. Tomemos nota.
El mundo ha salido adelante gracias a muchos Amancios Ortegas y a muchos pequeños autónomos; pero nunca ha salido adelante gracias a señoritas que jamás dieron un palo al agua fuera de la sede del Partido, y que ahora cobran 90.000 euros al año en su cargo de ministras. Ojalá se les seque la yerbabuena. O mejor aún, como decía Rafael Alberti en su famoso poema al que Paco Ibáñez puso música:
<<A Galapagar, a Galapagar;
hasta enterrarlos en el mar>>.
El mundo, amigo mío, funciona moderadamente bien en Francia, Canadá, Holanda, Bélgica, Australia, Nueva Zelanda, Suecia, Dinamarca, Reino Unido, Italia, Portugal o España. A sitios así, y no a Cuba ni a Venezuela, se marchan los fugados del “procés”. Por algo será. Y el mundo ha funcionado y funciona terriblemente mal en Nicaragua, Venezuela, Cuba, Alemania Oriental, la U.R.S.S. o Corea del Norte, paraísos comunistas donde no hay alimentos que comprar ni libertad para quejarse.
Que no te la den con queso, lector. Que no te la den con queso.
Cagoentóloquesemenea y mitad del cuarto más.
Firmado:
Juan Manuel Jimenez Muñoz.
Cazafariseos.