Siéntate, lector, y ponte cómodo. Mi artículo de hoy es largo. Te lo advierto de antemano por si no te agrada leer. Pero si te atreves, te gustará. Guárdalo como oro en paño: la memoria nos hace jugarretas y, tal vez, en unas décadas, necesites contarlo a tus nietos.
27 de diciembre de 2019:
La doctora Jixian, médica de la República Popular China, avisa por Wasap a siete colegas chinos de que en los últimos días está atendiendo en Wuhan “a muchos pacientes con extrañas neumonías bilaterales”. Incluso les envía fotos de las autopsias. El oftalmólogo Li Wenliang, que ha recibido ese mensaje confidencial de su colega, lo reenvía por Wasap a un centenar de médicos de su Universidad, pidiéndoles que tomen precauciones.
3 de enero de 2020:
La policía política china detiene al oftalmólogo Li Wenliang y lo acusa de difundir rumores falsos, un delito penado con hasta siete años de prisión. Antes de ser liberado, Li Wenliang es obligado por sus captores a firmar la denominada “carta de reprimenda”: retractarse de sus afirmaciones y prometer, bajo amenaza, que no alentará más el tema del “falso virus”. La “carta de reprimenda” finalizaba así: "Te lo advertimos seriamente, camarada: si sigues obstinado con tal impertinencia y continúas con esa actividad ilegal, serás llevado ante la Justicia del Pueblo. ¿Lo entiendes, camarada?"
31 de enero de 2020:
Caos en China por el COVID. Ya hay casos también en Corea del Sur, Italia e Irán. En España se declara el primer enfermo de COVID: fue en Canarias, y era un caso importado. La Organización Mundial de la Salud (O.M.S.) declara oficialmente la situación del COVID, a nivel planetario, como una “Emergencia Sanitaria Internacional”.
6 de febrero de 2020:
China sigue sumida en el caos. Ese día, arden de indignación las redes sociales chinas: acaba de fallecer de COVID el oftalmólogo Li Wenliang, alias “el reprendido”, el primero en alertar públicamente del problema. El Partido Comunista Chino corta Internet.
13 de febrero de 2020:
El previsto Congreso Internacional de Telefonía Móvil de Barcelona anuncia su aplazamiento por miedo a la COVID. Ada Colau, Pedro Sánchez y sus ministros afirman ante la prensa que “la decisión no responde a razones de Salud Pública”. Sin embargo, ahora sabemos por boca de la ministra Yolanda Díaz que ella sí había puesto en marcha un "plan de choque laboral “ante la "grave perspectiva de que el virus, desde Italia, llegase a España”. Un plan que, también según la ministra, fue ignorado por el resto del Gabinete tachándola de alarmista.
26 de febrero de 2020:
Primer caso autóctono de coronavirus en España (Sevilla). Pedro Sánchez afirma ante la prensa que “estamos bien preparados para recibir al virus”. Fernando Simón, portavoz sanitario del Gobierno, corea con su jefe que “en España no se esperan más de dos o tres casos de COVID”. El “estamos bien preparados” de Sánchez incluía bolsas de la basura como trajes protectores, una mascarilla quirúrgica cada semana, ausencia total de EPIS y carencia de test de antígenos.
3 de marzo de 2020:
Asia y parte de Europa, desbordadas por el COVID. En España, ese día, se declara oficialmente el primer fallecido por COVID (Valencia). El Gobierno español, obviando el virus y la alerta de la O.M.S., centra sus esfuerzos en el problema más grave de España: el heteropatriarcado opresor. Por ello, alienta las manifestaciones feministas programadas para cinco días después. Y así, al mantener las manifestaciones feministas en la agenda, no le queda otro remedio que permitir también los toros, el fútbol y la reunión de VOX en Vistalegre, con un Ortega Smith “acatarrado”.
4 de marzo de 2020:
Ya hay 228 casos oficiales de coronavirus y dos fallecidos en España. El Gobierno emite un mensaje de condolencia a los familiares y anima a salir a la calle el 8M “porque sin feminismo no hay futuro” y porque “en el feminismo nos va la vida”, y porque "el machismo mata más que el virus". Mi artículo de Facebook sobre este asunto, en ese día, incide en la conveniencia de NO celebrar manifestaciones en España. Decía así:
<<Temiendo al coronavirus, el Ministerio de Sanidad ha prohibido las aglomeraciones en los Centros de Salud, en los Hospitales, en los eventos deportivos, en las Ferias de Comercio, en los Congresos Médicos, en los besamanos religiosos y en las procesiones de Semana Santa. Pero no hay problema para el próximo 8 de marzo. Irene Montero, aunque muramos todos, tendrá su fiesta de pijamas. Y ni el coronavirus impedirá que el próximo 8 de marzo estas activistas moradas se citen en las plazas de España y, al unánime grito de “sola y borracha yo quiero llegar a casa”, pidan el fin del heteropatriarcado opresor y el fusilamiento del cromosoma Y>>.
5 de marzo de 2020:
El Ministerio de Sanidad y las Comunidades Autónomas, en plena parálisis por el análisis, siguen sin establecer un protocolo médico-asistencial para el COVID. Silencio oficial absoluto: se está gestando la “cogobernanza del COVID”, que en lenguaje más sencillo significa “echarle el muerto al otro”.
7 de marzo de 2020:
Ya hay en España 430 casos oficiales de coronavirus y 10 fallecidos. El Partido Sanchista y Unidas Podemos, sin importarles nada la debacle mundial, afirman en las redes sociales que “mañana, 8M, hay que llenar las calles”. Y el Ministerio de Sanidad, por boca de su desnortado gafe Fernando Simón, afirma que “el brote de la COVID está bajo control”, y que deja “al criterio de cada cuál” su asistencia a la manifestación feminista de mañana.
8 de marzo de 2020:
Se celebran en toda España grandes manifestaciones feministas: cientos de miles de personas (ministras incluidas, pero llevando guantes protectores) salen a la calle a corear las consignas del Ministerio de Igual Da. También VOX, por su cuenta, desoye la opinión de muchos de sus militantes y celebra una reunión de nueve mil personas en Vistalegre, donde un mustio Ortega Smith, sonándose los mocos, va dando la mano a los asistentes. Los toros, los partidos de fútbol y otros eventos deportivos multitudinarios siguen sin ser prohibidos por el Gobierno. No pueden hacerlo: tendrían que suspender la fiesta de pijamas de Irene Nomentero, y eso sería una catástrofe para el antiheteropatriarcado opresor y las gallinas veganas.
9 de marzo de 2020:
Misteriosamente, todo cambia al día siguiente de la imprescindible manifestación del 8M. Su Sanchidad, en una solemne intervención en Radiotelevisión Espantosa, con mala cara y ojeras, afirma el 9 de marzo que “tiene nuevos datos desde la noche anterior”, y que “se van a estudiar nuevas medidas contra el coronavirus”. Tócate los huevos, moreno.
11 de marzo de 2020:
Irene Nomentero y medio Ministerio de Igual Da aparecen contagiados, contagiadas y contagiades tras el festival callejero del 8M. También dan positivos la esposa de Pedro Sánchez, la ministra Carmen Calvo y muchos otros cargos y cargas del Gobierno, que habían luchado a brazo partido en las calles por la victoria del feminismo. Tan es así, que Unidas Podemos se dirige al registro de partidos políticos para cambiar su nombre por el de Unidas Tosemos. Asimismo, hay muchos positivos entre los simpatizantes de VOX reunidos en Vistalegre.
12 de marzo de 2020:
El Gobierno, a buenas horas mangas verdes, reconoce que la situación en España es grave, y que hará caso a la resolución del 31 de enero de la O.M.S., y que “tomará medidas contundentes con un Estado de Alarma a partir del día 15” (sic). En mi artículo de Facebook, ese 12 de marzo, yo decía esto:
<<¡Quién lo iba imaginar! ¡Quién lo iba a suponer! ¡A quién se le iba a ocurrir! Era, verdaderamente, algo que a nadie sensato se le podía pasar por la cabeza. Si a principios de marzo un virus corría como la pólvora por España, y ya había jodido a Italia, a Corea, a Irán y a China, era impensable que cientos de multitudinarias manifestaciones por toda la geografía pudieran tener efecto alguno en la propagación del virus. Una ensoberbecida Ministra de Igualdad, recién pisada la moqueta y con muchas ganas de apuntarse un tanto, convocaba a los españoles y a las españolas, a los inscritos y a las inscritas, para salir felizmente a la calle el domingo 8 de marzo. Y así fue. Cientos de miles de personas salieron jubilosas a gritar consignas feministas, a estrecharse las manos, a besarse en las mejillas o en la boca y a sostener entre todas las mismas pancartas. ¡Quién lo iba imaginar! ¡Quién lo iba a suponer! ¡A quién se le iba a ocurrir! Era ése un escenario sin repercusión posible en la cadena del virus, en su transmisión humana. Era impensable que tal cosa supusiera un peligro de aceleración de la epidemia. Ni las mentes más brillantes, ni los epidemiólogos más listos, ni Albert Einstein redivivo, hubiesen caído en la cuenta. Ahora, tras el dislate, el Gobierno, por fin, va a decretar el Estado de Alarma. Eso de que varios enfermeros con trajes espaciales hayan entrado al chalé de Galapagar para tomar muestras orofaríngeas a don Pablo Iglesias y a doña Irene Nomentero ha debido de alarmar a los políticos. De ahí, el Estado de Alarma. Una alarma que no existía entonces, el pasado 8 de marzo. Casi anteayer. Y no había alarma por una sola razón: por no alarmar>>.
15 de marzo de 2020:
El Consejo de Ministros declara el “Estado de Alarma”, una medida que ahora (por sentencia del Constitucional) sabemos que no fue la correcta: al parecer se quedaron cortos, ya que se hubiese necesitado un Estado de Excepción para restringir las libertades.
Bien, lector. Hasta aquí lo sucedido en esos primeros 80 días de 2020 que cambiaron España y el mundo. Fueron 80 días que podríamos resumir en una sola frase: la Política, en su aspecto más ruin y miserable, primó sobre la Salud. Fueron semanas, y luego meses, en que los profesionales sanitarios nos “protegíamos” del virus con bolsas de la basura y mascarillas caducadas. Y fueron también unos días donde no había test de PCR para nadie, salvo si te apellidabas Casado, Sánchez, Rufián, Echenique, Iglesias o Nomentero. Y fueron también unos días donde la élite de la izquierda progresista-feminista-antifascista que se había contagiado el 8M se olvidó de su tan querida Sanidad Pública (véanse los llantos de Almodóvar) y buscó atención sanitaria en la Clínica más selecta de Madrid: en la Ruber. De hecho, a esa clínica la llegaron a llamar Ruberlingrado.
Denunciar entonces esas cosas en Facebook tuvo, en mi caso, un fuerte coste personal: insultos en redes sociales, anónimas amenazas de muerte, acusaciones de estar “contra el Gobierno”, acusaciones de “machismo”, acusaciones de “fascista”, burlas de “se te ve el plumero”, mofas llamándome “capitán a posteriori”, e incluso el enfriamiento de dos o tres amistades que yo creía sólidas, de ésas que se arrastran desde la niñez pero que la política corrompe. Y las excusas más frecuentes del Gobierno siempre eran éstas: “nadie lo podía saber” y “vamos haciendo lo que nos dice un Comité de Expertos”. Luego se supo que era mentira, que jamás existió el tan mentado Comité de Expertos.
Bien. Pues hoy, 1 de febrero de 2023, justo tres años después, ya se sabe casi todo. Pero que no se nos olvide nunca. Los muertos por COVID tenían nombres y apellidos. Y España, aunque con buena “memoria histórica”, es un país de malísima “memoria personal”. Sobre todo, si el cadáver no yace en una cuneta.
Firmado:
Juan Manuel Jimenez Muñoz.
Médico y escritor malagueño.