ITALIA HABLÓ
- Escrito por Juan Manuel Jimenez Muñoz
- Publicado en Actualidad
El pasado 2 de septiembre, hace hoy menos de un mes, publiqué en esta página de Facebook un artículo titulado “La justicia nos la hará don Corleone”. Todavía sigue colgado en mi muro, por si alguien lo quiere revisar.
Algunos lectores se molestaron: pensaron que era yo quien solicitaba a don Corleone una rápida intervención para poner orden en nuestra vida pública. Es lo que tiene un sectario: digas lo que digas, si no estás absolutamente con ellos estás absolutamente contra ellos. Tal vez ni se pararon a reflexionar que ese artículo no era otra cosa que un humilde aviso a navegantes: la certeza de que, más pronto que tarde, nos veremos en España como en Polonia, como en Hungría, como en Suecia, como en Italia y casi como en Francia.
Ante los categóricos resultados electorales de Italia, y de los otros países mencionados, no cabe afirmar que el ciudadano de allí se ha equivocado. En absoluto. Como tampoco se equivocó el electorado andaluz, gallego o madrileño al emitir su voto y abandonar la socialdemocracia: nos han dado sobradas razones durante estas décadas para, al menos, tentarnos a ello. Y es que si la izquierda aspira a tener algún papel en el combate europeo entre derecha y populismo, debería dejar de abroncar a ese votante que, al parecer, no entiende la jerga autorreferencial y paternalista con que pretende salvarlo una casta de pijos supuestamente “antifascista”: una casta de pijos cada vez más amenazada no por el avance del fascismo, sino por la falta de electores.
Tendríamos que remitirnos al espectacular ensayo de la periodista italiana Oriana Fallaci (titulado “La rabia y el orgullo”, escrito y publicado en 2001 tras el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York) para comprender muchas cosas que ahora causan descontento tanto en Italia como en el resto de Europa. Cosas que se refieren, por ejemplo, al hartazgo de los ciudadanos sobre la inmigración ilegal e incontrolada, y sobre el sanguinario yihadismo que nos amenaza. Por cierto: aconsejo encarecidamente a mis lectores que se hagan con un ejemplar de “La rabia y el orgullo”. Tal vez, así, podamos dar muchas cosas por sentadas respecto al zapateril invento de la “Alianza de Civilizaciones”.
Soy socialdemócrata convencido: es la ideología que reúne lo mejor del socialismo y lo mejor del capitalismo. Y eso supone un Credo.
Creo en la libertad, en el esfuerzo personal, en la enseñanza pública, en la sanidad pública, en la igualdad de oportunidades mediante becas y ayudas, en los impuestos razonables como fuente de redistribución de la riqueza, en el emprendimiento de los particulares, en la propiedad privada, en la separación de poderes, en la justicia social y en la meritocracia.
Creo que nadie debe ser discriminado por razones de edad, sexo, salud, religión, etnia, raza, creencias, grupo social o procedencia geográfica.
Creo en un Estado laico donde los creyentes de cada confesión religiosa paguen de su bolsillo el mantenimiento de sus cultos, y donde la enseñanza religiosa se imparta en las respectivas iglesias, sinagogas o mezquitas (y no en las aulas).
Creo en una República Unitaria como forma ideal y futura de gobierno; una República jacobina, al estilo de Francia y Portugal. Y la prefiero Unitaria porque me parece suicida dividir España en trocitos y dejar que cada trocito luche por separarse del resto. Ah. Y la carcoma independentista ha de ser ilegalizada, desde el principio, en esa futura Constitución Republicana Unitaria: exactamente igual a como sucede ahora en Portugal y Francia, dos repúblicas perfectamente democráticas.
Otrosí digo: estoy hasta las pirindolas de los insultos provenientes de los pijoprogres, de esa entrañable progresía que nació en la paz y busca la confrontación; de esa entrañable progresía que vive cómodamente en las ventajas de la socialdemocracia pero añora la pobreza del marxismo; de esa entrañable progresía que necesita contarnos, a cada minuto, la vigencia de su lucha contra Franco y contra sus inacabables reencarnaciones. Porque el abajo firmante, por si alguien no se ha enterado todavía, no es un fascista, ni un meapilas, ni un franquista, ni un “fachapobre”. Lo que tampoco soy es un sectario podemita, ni un descerebrado forofo, ni un bolivariano con cheque, ni un sanchista, ni un militante sumiso, ni un señor apesebrado, ni un fomentador de la lucha entre sexos, ni un depredador del castellano, ni un entusiasta del actual Estado hipertrófico. Ah. Y tampoco perdono a ETA. Es más: considero que, en el momento actual, es un deber cívico combatir con la palabra a un Gobierno mentiroso, populista, guerracivilista y disgregador que, inexorablemente, en menos de un año, por el principio newtoniano de acción y reacción, llevará a la irrelevancia a los partidos que sostienen (teóricamente) la socialdemocracia. Eso sí: Pedro Sánchez (como el socialista italiano Bettino Craxi cuando huyó de su país tras destrozar el partido) tendrá un hueco reservado en cualquier sitio del mundo. Ah. Y una serie de Netflix pagada por todos.
No me gusta el resultado electoral de la República Italiana, donde un partido eurófobo y amigo de Putin ha sido la fuerza más votada. No me gusta. Pero no me extraña. Y por eso, y porque me sale de las narices, voy a transcribir los últimos párrafos de mi artículo anterior, el del 2 de septiembre, el de “La justicia nos la hará don Corleone”. A ver si ahora, por fin, se me entiende a la primera:
<<En las próximas elecciones generales los desafectos serán legión. Desafectos a los políticos felones. Desafectos a los vendepatrias. Desafectos sin remedio a la Política prostituida. Desafectos a las políticas socialdemócratas. Desafectos, incluso, a las políticas liberales. Desafectos a las libertades básicas. Desafectos a todo. Partidarios de la mano dura. Partidarios de don Corleone. Partidarios del palo y tentetieso. Partidarios de la cabra de la Legión para enfrentarla a los cabritos que insultan a la Legión.
Y luego, cuando eso suceda (que sucederá), como bien dice la Biblia, será el llanto y el crujir de dientes, el mesarse los cabellos y el preguntarse el porqué. Y será, también, el “movilizar a las masas para luchar contra el fascismo”. Contra el “fascismo”, lector. Contra el “fascismo”. Una palabra multiusos que en España, a estas alturas, lo mismo puede explicar la extinción de los dinosaurios que la expansión de las galaxias.
Irresponsables. Que sois unos irresponsables y unos grandísimos hijos de perra>>.
Firmado:
Juan Manuel Jimenez Muñoz.
Médico y escritor malagueño.