Educación
- Escrito por Rubén López
- Publicado en Sociedad
“La educación no es preparación para la vida; la educación es la vida en sí misma”.John Dewey.
Si hay algo que iguala a las personas, al margen de cualquier otra consideración, es la educación. La mera gestión pública o privada de un centro educativo, o la orientación religiosa de su ideario, no son, ni deben ser, el centro de la discusión. La clave de todo sistema educativo debe centrarse en que, al margen de toda valoración material, sea de la máxima calidad para todo el conjunto de la población, sin que nadie y, menos por razones económicas, pueda verse excluido de ella.
De igual forma, la educación recibida, expresada en su realización profesional, debe ser puesta al servicio de la sociedad, y no sólo utilizada para beneficio propio.
La educación no puede ser una programación social, un condicionamiento y menos aún un adoctrinamiento. La desaparición de las humanidades, los recortes en los años curriculares o el abandono de la cultura clásica, no son sino el comienzo de estudios meramente técnicos, orientados a un mercado que reduce la persona a una mera pieza de producción, a un intercambio de trabajo por salarios reducidos, que convierten a aquella en un mero consumidor eficiente dentro de un sistema cerrado. El tiempo, tampoco puede ser obstáculo para el acceso a la educación. El mercado rechaza la edad, excepto si el sistema económico se ve en peligro, y reduce el tiempo de formación a una temprana edad, el resto es reciclaje.
La palabra de moda que se emplea en términos de educación es “excelencia”. Un término vacío de contenido que sirve para no decir nada y se confunde con rankings y otros grados de medición, que presumen de un alto nivel de éxito profesional, cuando quien estudia en ciertos centros no consigue un puesto por haberlo hecho en él, sino por estar ya colocado antes de empezar a estudiar.
La educación es el único valor real del que dispone una sociedad para igualarse, desarrollarse y prosperar; por eso, debe defenderse libre de cualquier intromisión interesada.
Rubén López