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Colaboradores (7)

Hay pensamientos FALSOS

Hay pensamientos FALSOS bloqueantes, que crean fronteras, que impiden y estorban el avance y el crecimiento de la ciencia, del conocimiento, y de la conciencia.

Pensamientos parásitos que enferman tu vida.

"esto es imposible"

Hasta que se inventaron las catapultas era imposible lanzar piedras tan grandes tan lejos. Hasta que inventaron la lanzadera los prehistóricos no podían abatir un ciervo con una lanza. Hasta que inventaron la honda. Hasta que inventaron los microscopios. Los teléfonos, la televisión.., pisar la luna.

Siempre, los que dicen que es imposible solamente manifiestan que ellos no saben cómo hacerlo. No se les puede creer, sino sentir pena por ellos.

"no hay Dios"

Esta afirmación es una prueba de fe. El que afirma algo negativo sólo puede manifestar lo que él cree. Vuelve a ser una prueba de ignorancia. ¿“no hay gorilas” significa “yo no veo a los gorilas”?. ¿Con qué instrumento de medida mides o pesas el pensamiento o el concepto? Creer en lo que no se conoce es fe. Igual en positivo como en negativo. ¿Por deducción? ¿Partiendo de qué prejuicio falso previo, de qué definición de Dios?

 "la ciencia es sólo lo que se mide y lo que se pesa"

Lo intangible forma parte de la realidad, al punto de que todo lo cognoscible lo conocemos a través del pensamiento que es intangible y sin peso ni medidas. ¿Cuánto pesa la memoria? ¿Cuánto mide la contemplación, la observación de un experimento? ¿O la luz de una mirada?

“ la realidad es lo que se ve y lo que se toca"

Vuelve a ser una afirmación falsa, infundada, absurda porque contradice la existencia de su propia expresión porque ni el pensamiento ni las palabras que lo expresan, se ven ni se tocan. ¿Con qué tacto tocas un electrón?

¡Por favor! Sin ánimo de ofender, todas las personas que usan estas frases es como si tuvieran un parásito en su cerebro que les atonta y les mutila.

¡Avisadlos! Esta enfermedad te impide detectar las mentiras, te acostumbra a tratarlas como verdad. Y te obliga a equivocarte y ser infeliz.

 

Porque la vida es abrumadoramente bella en sí misma

Volvía ahora, cayendo la tarde, ya de noche calle arriba. Con el sabor de la conversación de repaso del mundo, en general, de proyectos, de historias electorales, del paso del tiempo, de los fracasos y los cambios, y me ha llegado la frase de “la calidad de vida se lleva por dentro”

La de gente que he conocido en mi larga vida, ricos de miles de millones, triunfadores, de grandes cargos, personajes internacionales, poderosos de diferentes ámbitos, y mis infinitos fracasos felizmente aceptados.

No recuerdo nada en lo que no haya fracasado. Antes o después. Siempre soñando el desarrollo más perfecto. Un poco más allá la mayor belleza, la mayor participación, la transparencia. El mejor valor y la generosidad. 

Hemos hablado de la China, de la guerra de Yugoslavia, del ministro de petróleo de Libia, dispuesto a vender el mejor petróleo más barato a las ciudades que lo pidieran sin intermediarios. Cosas de los comunistas.

 Estuve en China, en el 2017 y 2018. Una semana cada vez, en intercambios de tecnología europea con ellos.

Y recorríamos, por libre, las calles de cualquier barrio, por el sabor de lo auténtico, además de los grandes centros industriales, y los palacios de congresos donde trabajábamos y vivíamos.

La gente por la calle sonreía, estaba tranquila. Las tiendas no tenían turistas ni agobio ninguno. La policía ni tenía pistolas, ni porras, y jugaban a las cartas en un sitio público a la vista de todo el mundo. Haciendo tiempo por si alguien los necesitaba.

En uno de los parques, con lagos y barcas, a la puerta, un conductor de los triciclos de motor, dormitaba su siesta tranquilamente.

El templo de Confucio lo podías recorres sin que los guardas te dijeran nada, y te podías hacer fotos donde quisieras.

 Y en el templo taoísta de la ciudad, la gente quemaba incienso a sus dioses, feos como demonios, que tendrían su encanto. Y estaba lleno. Y nadie te pedía dinero. Y tenían estanques con peces y tortugas. Y nadie nos miraba mal. Incluso alguna madre nos pidió hacerse una foto con nosotros y sus niños, porque éramos los primeros europeos que veían fuera de la tele.  

 Y grandes rascacielos, muchos grandes rascacielos y centros comerciales con las mejores marcas de cualquier ciudad occidental.

Los chinos tienen sus casas en alquiler del estado, por cien años. 

Y trabajan para el estado, en lo que sea, que les da para vivir y comer, y si quieren trabajar más horas, o en más sitios nadie se lo impide ni estorba.

¡Cuantas mentiras nos cuentan de ellos!

Pero a lo que iba. La gente pobre, los fracasados, los que hemos soltado sin problema las cuerdas que nos proponían para pertenecer al club de las élites, tenemos muchas más posibilidades de ser felices, sólo porque sí. Porque la vida es abrumadoramente bella en sí misma. En cada sonrisa de verdad, en cada momento de paz.

Y esa es la verdadera y única calidad de vida. No tener miedo ni un solo momento a la semana. Canturrear o silbar sólo porque sí. Porque te sale de dentro hacerlo. Sonreír cientos de veces al día.

Porque eres querido y tienes a quien querer.

Mi nietecita autista

Llevo muchos años sin pedirle nada a Dios..

  Porque hubo un día en el que accedí a sentir el amor de Dios por cada criatura, incluido yo, y me di cuenta de que cualquier cosa que ocurriera, guiada por ese amor, debía ser lo mejor que nos podría pasar.

Con lo que deduje que lo más razonable era quedar en sus manos y aceptar lo que llegara como lo mejor. Pasara lo que pasara. Confiando.

  Y andaba hoy, pensando en el mal en el mundo.

 Y en la alternativa a que no le hubiera, a que siempre floreciera la primavera y la salud más espléndida, y brillara la verdad por sí misma.

  Y bueno seríamos como piedras, cada uno en su sitio, como planetas en sus órbitas, como moscas, lechugas o saltamontes. Cumpliendo sus ciclos.

  Luego el mal es el estímulo para nuestra propia creación como dioses, como parte de la conciencia de la creación.

Haciéndonos, modificándonos. Revelándonos y rebelándonos.

 ¿Y entonces?

Los cientos de miles de miles de millones de euros y energía humana que gastamos la humanidad en fabricar armas cada día, para destruir humanos y al propio planeta..

¿Son parte del mal necesario, o de la locura de que nunca sirvan para nada?

 ¿Y la mentira de hacer tratados que nunca se cumplen?

Son nuestra oportunidad de enfrentarnos a ellos.

 Quizás solamente por darnos la oportunidad de volver al corazón de Dios con la dignidad de haberle defendido al defender la verdad y a los que Él ama. De volver a nuestra propia presencia sin avergonzarnos de nosotros mismos. Porque, aunque Dios nunca nos condena, nosotros sí.

El caso es que mi nietecita autista, está pasando por una crisis de dolor, en la que se pega cabezazos contra la pared, y grita de dolor, y se agarrota las manos. Y no duerme apenas más que dos horas cada noche.

Y sus padres, aún sufren más, de no poder evitarlo.

Y sé que, en el corazón de Dios, cualquier cosa que quieras, se cumple.

 Y, aunque sé que no se puede acceder a Él con deseos, ni pensamientos de aquí, me siento culpable de no intentarlo.

En el Tao, en la unicidad sufí, en la paternidad de Dios cristiana, en todos los casos Dios está disponible y unido al propio Dios interior.

Y, en mi propia experiencia, sé que estamos siempre, a la vez, allí y aquí. Siendo parte de Él, y viviendo esta aventura de la confusión, de la ausencia, de la indigencia, y la temporalidad del cambio continuo.

 De forma que Él, siempre desbordante del mejor amor, siempre va a querer lo mejor para cada uno. Con tanto respeto que nunca va a hacer algo para nosotros, que no le pidamos. Que nosotros mismos no intentemos.

Así que, sí, decidí pedírselo. Y pedírselo al Espíritu Santo de mi propia nietecita, para que lo permitan, para que permitan su curación.

Y sí. Con la geopolítica, y el cambio climático, también.

Si siento como Él siente, podemos cambiarlo todo.

Aceptemos nuestro Espíritu Santo, unido al Dios único y creador de todo el Universo, con todos los demás Espíritus Santos, o dioses, y hagamos la rebelión definitiva. ¡Pidamos por todo lo que surja de nuestro amor!.

“Pedid y se os dará. Llamad y se os abrirá” ¡Adelante!

Una humanidad unida, sin países en guerra, sin élites que exploten a las mayorías. En equilibrio, en colaboración de amor y alegría, como es nuestra naturaleza. ¡Creciendo todos en ciencia y en conciencia con toda la vida!

 

Ángel Luís Cancela Zapatero

LA NATURALEZA HUMANA

                Volver a leer la “Historia de la filosofía occidental” (1945), del filósofo, matemático y escritor Bertrand Russell, me da ocasión para hacer algunas consideraciones (superficiales y hasta llega mi entendimiento) sobre el comportamiento humano respecto a los contenidos éticos. Para ello, me detengo en las páginas que ilustran ese momento que denominamos el Renacimiento y en los valores que guiaron la vida de algunas de sus figuras más eminentes.

Tomás Moro (1478 - 1535), abogado y hombre humanista y piadoso, fue nombrado en 1514 caballero y después canciller por Enrique VIII. Cuando éste quiso divorciarse de Catalina de Aragón a casarse con Ana Bolena, Moro se opuso y dimitió en 1532. “Su incorruptibilidad la demuestra el de que tras su renuncia sólo disponía de cien libras al año”. A pesar de ello, el rey le invitó a su nueva boda, lo que Moro rehusó. Asimismo, el rey envió al Parlamento el Acta de Supremacía, nombrando a él y no al Papa, cabeza de la Iglesia de Inglaterra, lo que requería un juramento que Moro se negó a prestar. Hasta ahí habíamos llegado, pues se probó (como es natural) que Moro había dicho que el Parlamento no podía hacer a Enrique VII la cabeza de la Iglesia, por lo que fue decapitado. A pesar de demostrar semejante ejemplaridad, hoy se le recuerda fundamentalmente por su obra: “Utopía”.

Francis Bacon (1561-1626), también inglés, trabajó en el método inductivo en filosofía y fue precursor de la sistematización del procedimiento científico. Su situación familiar le permitió entrar en el Parlamento con veintitrés años y ser consejero del Conde de Essex, pero, cuando éste perdió el favor, colaboró en su persecución, siendo tachado de traidor e ingrato. Russell considera esto injusto, pues trabajó con Essex mientras éste fue leal. Con Jacobo I, Bacon tomó el cargo de su padre y luego el de lord canciller, pero a los dos años fue perseguido por aceptar presentes de los litigantes; una acusación que reconoció, alegando que los obsequios nunca influyeron en sus decisiones, por lo que se le impuso una cuantiosa multa y el encarcelamiento en la Torre, pero, al final, todo quedó en que pasó cuatro días en la Torre. Dice Russell que “no fue hombre de moral notable, pero tampoco fue un malvado excepcional. Moralmente, fue un hombre del montón, ni mejor ni peor que la mayoría de contemporáneos”.                                          

Galileo (1564-1642) nació en seno de una familia que se permitió darle una formación esmerada. Después, enseñó matemáticas y astronomía bajo la tutela de los Medici y hasta su madurez enseñó el geocentrismo de Ptolomeo, aunque sentía el heliocentrismo de Copérnico. Cuando sus descubrimientos le dieron fama se decantó por el heliocentrismo y, en 1624, el Santo Oficio le incoó la primera causa, que fue sobreseída. Durante los años siguientes también tuvo problemas, que amortiguó el papa Urbano VIII debido a la gran fama de Galileo. Pero, en 1632 editó una obra que pronto le fue confiscada. Urbano VIII se sintió burlado y el Santo Oficio le incoó otro proceso que tampoco pasó de la reclusión domiciliar. Entonces, Galileo se retractó con la promesa de volver a sus tesis en favor del geocentrismo, ante lo cual, los inquisidores se conformaron con que no volviera a escribir de cosmología. Por las razones que fueren, se le dieron muchas oportunidades en unos tiempos difíciles.

Tomás Moro mantuvo una ejemplaridad sin tacha en el ejercicio de sus ideales éticos, que le costó ser decapitado. Bacon fue un hombre de moral mundana; leal con la reina y desleal con el Conde, además de ciertas corruptelas en su cargo de juez. Galileo mantuvo un tira y afloja con el Santo Oficio que pocos hombres de su época podían mantener. Pero ambos, Bacon y Galileo salvaron la vida, el bien más preciado.

                No cabe duda de que la ética humana debe regirse por una conducta que lleve al bien, porque el bien es un fin en sí mismo, aparte de los contenidos culturales y religiosos que lo refuerzan, pero ¿cuál fue la utilidad de la conducta de Tomás Moro que, siguiendo a Sócrates, entregó el mayor bien dado al ser humano en aras de la rectitud moral? Por otra parte, ¿es lícito que la ley disponga de la vida ajena? ¿Cómo es posible que algunos hombres entregaran de forma tan generosa este bien, si pudieron retractarse (aun con problemas de conciencia), mientras otros, que detentaban el poder político y religioso, a los que se supone cultivados y humanistas por su formación teológica, pero envueltos en el fanatismo de adquirir más poder, no tenían en su interior un daimon que les informara de la necesidad de demostrar la misma rectitud moral de sus actos que a Tomás Moro?

                Quizás encontremos alguna respuesta en la obra de Erasmo de Rotterdam (1469-1536), otro gran humanista de esta época a pesar de los problemas de su infancia y los engaños de sus tutores. Erasmo escribió “Elogio de la locura” (1511) durante un viaje a Londres y en la casa de Tomás Moro, a quien se la dedica. Es una obra profundamente satírica y crítica, en la que la locura se manifiesta como un bien para aquellos que pretendan acceder al conocimiento, pues la sensatez no cabe en la sociedad de su época, contra la que arremete en todos sus aspectos. Respecto a los papas, dice que: “Debían imitar a su Maestro en la humildad y la pobreza. Sus únicas armas deberían ser las del Espíritu; y de éstas, son altamente pródigos, como de sus entredichos, suspensiones, denuncias, vejaciones, sus excomuniones mayores y menores y sus rugientes bulas, que fulminan contra todo el que los combate; y estos muy reverendos padres nunca las lanzan con tanta frecuencia como contra los que, a instigación del diablo, y sin tener el temor de Dios ante su vista, intentan alevosa y maliciosamente aminorar y menoscabar el patrimonio de San Pedro”. 

                                                                            Alfredo Martín                                          

                                                                              

El pánico, y el no saber, y no poder creer, y no aceptar.

Bueno, el domingo tres, de este feliz octubre, mi hija Paloma, que tiene una hija única autista ya con trece años, subió a verla a la habitación, sobre las ocho, después de desayunar.

Y se la encontró en el suelo, aparentemente dormida.

Se agachó para despertarla, la movió sin que respondiera, y al incorporarla no respondía a lo natural, sino como muerta.

Y el pánico, y el no saber, y no poder creer, y no aceptar.

 Donde tenía la cara en el suelo había un charco de mocos y babas, y no respiraba.

Ni tenía latido.

Y al abrirla el ojo estaba apagado.

 “Estaba muerta papá..” me contaba luego en un guasap.

 La realidad se desgarra en una situación así.

   Le gritó a su marido que llamaran a una ambulancia al 112.

Y se puso a hacerla todas las maniobras de recuperación que la vinieron a la cabeza.

Rezando mientras las hacía, y llamándola, con el alma, para que volviera de donde hubiera ido.

 El boca a boca tragándose ansiosa todos los mocos que la taponaban las vías respiratorias.

 Asustada de que pudiera no hacerlo bien.

 ¡Tantas cosas a la vez!. En todos los planos.

 Hasta QUE EMPEZÓ A RESPIRAR Y CONVULSIONAR.

 Y coger el color rosa, desde el azul de la muerte.

  Y llegó la ambulancia. Minutos interminables.

Y la llevaron a la Paz, donde se normalizó, y la hicieron, durante varios días, todas las pruebas para comprobar que no había daños.

Y está bien, sin daños nuevos.

 Y con ese sabor del milagro, alrededor nuestro.

   Así que, pasamos Pilar y yo, todo el día en la Paz, entre la cafetería y la entrada, porque no dejaban subir.

Llovía ese día.  Para estar cerca de ellas.

  Y esa noche, cuando me dieron retortijones de tripas, me pareció normal, del susto, del frío, y de la comida rara del menú de la cafetería.

  El lunes, se fueron centrando los dolores en el lado derecho, y el martes por la tarde ya me dolía muy fuerte y casi continuamente.

   Total, que el miércoles, temprano, me fui a urgencias del Hospital de Villalba, que no cobran por aparcar, y después de todo el día haciéndome pruebas, me operaron por la tarde.

 Apendicitis, con peritonitis reventadas, que ya había traspasado la infección a la grasa de la pared abdominal, que me dijo la cirujana que era la suerte que había tenido.

Y que había tenido que cortar mucho más “del plastón” de lo que habían previsto.

  Con lo que parece que la alternativa a esa “suerte” habría sido la muerte.

  Cuando me tumbé en la camilla de operaciones, pensé, “amigo Dios, esto es cosa tuya”.

 Porque no había nada en mi mano que pudiera hacer.

 La vida, siempre se sostiene sola.

Siempre es cosa suya.

 Y habitualmente ni nos damos cuenta.  Como si fuéramos nosotros los que la sostenemos.

 ¡Qué presunción tan curiosa!

¡Qué actitud tan contraria a la realidad, al conocimiento científico de la realidad!

  Cuando me desperté en la habitación me dolía todo, mucho, hasta respirar, que no llegué a saber qué podían tener que ver los pulmones con el apéndice.

Y darme una vuelta en la cama era un proceso dolorosísimo de más de diez minutos.

  Así que hoy, diecinueve días después, ando todavía muy débil, comparado con el estar normal. Pero hecho un chaval comparado en aquellos primeros días.

Renaciendo.

Cosas de nuestra edad. Hoy cumplo los setenta.

  Desde donde cada vez, veo más la vida como un conjunto.

 Como un ser vivo completo.

 Que felizmente está culminando.

Aunque aún nos dure algunos largos y fugaces días/meses/años más.

 En el Tao, mi cirujana, y todo el Hospital, y yo, y el Universo y mi hija y su hija, somos el Tao.

  En el Tao, Dios es el Tao.

Y en las místicas cristiana y musulmana la unicidad es también todo. Fluyendo en el amor. Flotando en el amor.

¿Qué más da cómo le llamemos nosotros a Dios?

¿Cómo hemos llegado a estas aberraciones de separarnos por países o por ideologías, o por creernos dueños de nada, y enemigos de alguien?

 ¿Cómo he podido creer alguna vez que he sido dueño de alguna verdad?

 Recuerdo ahora un poema de mi adolescencia, en el que decía que la verdad era un ser vivo como un jilguero, que si la metía en el bolsillo, cuando volviera a buscarla estaría muerta.

En la guerra del Opio, de Inglaterra contra China, le escribía el primer ministro Chino a la reina Inglesa. 

¿Cómo pueden estar haciendo estos crímenes tan horribles?

Y ese desgarro, sigue repitiéndose en el eco de la conciencia de la humanidad, en cada injusticia, en cada mentira social y económica.

Hasta cada uno de nosotros.

¿Cómo podemos seguir destruyendo el planeta, enriqueciéndonos con esa destrucción?

¿Cómo podemos estar empleando más dinero/energía en armamento destructor, que en corregir la locura de esta separación por países y supuestos propietarios de algo de la vida!

  ¡Abrazos!

Para todos los seres humanos, porque Dios nos ama a todos.

 Un solo pueblo.

Un solo mar de amor para todo el planeta..

Cosas del plazo de cada cosa

Antes de ayer, pensé en ponerle un nombre a la gatita que nació en el gallinero, y que se ha ido haciendo cariñosa con nosotros, así que la cogí y la miré a los ojos.

 Para ver el sabor de su alma.

 Y tenía ese sabor que también tienen las águilas y los halcones.

Ese tono amarillo de saberlo todo, de ser superiores y ajenos a las cosas de los demás.

Un tono de poder insensible a la debilidad y ajeno a la compasión. 

 Algo así como lo que deben de sentir los insectos con los árboles que se comen, o los virus con nosotros, cuando nos infectan. 

 Era el sabor de un pequeño demonio, de ojos amarillos. Que me pide comida cuando llego, y ronronea si la cojo en mi regazo.

Ja,ja. ¿Qué nombre cariñoso podía ponerla?

 Con lo que, por el momento se quedó sin nombre.

 Y ayer, cuando bajé a cerrar el gallinero, un poco antes de ponerse el sol, de un día completamente nublado, ya con todas las gallinas acostadas, me dejé el móvil en la mesa donde estábamos charlando tres viejos amigos.

  Estaba la gatita tumbada en el suelo. Pero se mueve con una velocidad que casi aparece y desaparece cada vez que se mueve.

  Y tenía delante a un ratón que echaba a correr a cada rato.

 Y la gatita saltaba o solamente movía una mano, y volvía a soltarle donde estaba antes.

También le cogía con la boca y saltaba y le tiraba al aire, y le volvía a coger.

 Hubo una vez que el ratón se puso de manos mirándola de frente, como si fuera él a atacarla, y ella también de frente. Como si hablaran.

Y luego se tumbaba y miraba para otro lado, como si no la importara que se fuera. Y enseguida volvía a cogerle.

 Cerré las puertas, y recogí un poco, y ella seguía jugando, con el ratón que cada vez se movía menos.

No le había querido matar deprisa, ni manifestaba ninguna prisa por comérsele.

Todo es Dios. Todo es expresión de Dios.

 Los dos. Una especie de unidad.

Uno deja de ser el que venía siendo, y pasa a formar parte del otro.

 ¿Se funden esas almas?

 Seguramente sólo el cuerpo. Sólo una de las formas de la energía.

Todo es equilibrio. El crecimiento del número de ratones en cualquier parte, acabaría provocando una hambruna y mortandad entre ellos, salvo que alguien mantenga los equilibrios.

¿Le contaba eso, la gata al ratón, mientras jugaban?

Así que también hay que contar con esa mirada de Dios, amarilla, de poder, indiscutible, con la que se va a llevar nuestros cuerpos a otros cuerpos de bacterias, de tierra o de lo que sea.

Cosas del plazo de cada cosa.

 Cosas del tiempo.

 Y renacimientos de cada alma para sus nuevos juegos de ser con formas o sin ellas.

                                                                                                                                           Angel Luis Cancela Zapatero

Jung

Jung               Tras el trabajo con los arquetipos de Jung, el reconocimiento de la sombra y la necesidad de trabajar con ella para lograr el equilibrio que, de no alcanzarlo, su ausencia se manifestaría tras el final de esta vida, se ha logrado una vía de escape de cualquier resorte moral, que abre el camino a toda acción humana, libre de todo condicionamiento impuesto por las propias máscaras y reflejado en el espejo del otro.

            Es, como si en una película del Oeste, el pistolero que se enfrenta a la banda de malechores, por su cuenta y riesgo a costa de salvar cualquier peligro con desprecio de su propia vida, se encuentra ante la situación de que el sheriff, en vez de amenazar con la horca a quienes debiera perseguir, los aplaude y anima a continuar con el trabajo de su propia sombra, y acusa al justiciero y solitario pistolero de representar la moral tradicional, el sistema de valores dominante y de impedir el trabajo de la sombra de cada uno de los integrantes de la organización criminal, y por tanto lo persigue. En este caso no estaríamos ante una inversión de valores, sino ante el nacimiento de un nuevo paradigma, que convertiría el lejano Oeste en una auténtica ley de la selva, donde el orden y la justicia brillarían por su total ausencia.

                                                                                              Rubén López

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